La amenaza suele darse como un último recurso para «hacer reaccionar» a alguien, para que haga lo que deseamos. Sin embargo, no siempre se considera el cumplirla si no se obtienen los resultados esperados. Cuando no cumplimos las advertencias de un ultimatum, perdemos respeto frente a los ojos de quien nos escucha, provocando, precisamente, que la conducta indeseada se sostenga por más tiempo. Así, la moraleja es: nunca digas algo que no vas a cumplir.
244. El ultimátum
09
Sep