Los niños son unos personajes de lo más divertido. Nos encantan con sus enormes ojos y sus voces infantiles. Y no hay nada más entretenido que verlos descifrar el mundo a través de sus juegos. Sin embargo, cuando nos olvidamos de nuestra tarea de formarlos para ser adultos responsables e íntegros, y nos dedicamos a cumplirles cuanto deseo se les ocurra, llega un momento en que dejan de ser esas criaturitas adorables, para ser unos pequeños tiranos que nos tratan como súbditos incondicionales.