Por supuesto que nuestra condición de seres humanos nos permite tener sentimientos, todos ellos necesarios para apreciar cada momento de nuestra existencia. Sin embargo, cuando estos sentimientos se vuelven centro y motor de nuestra vida y dejamos de sentir para sólo consentir, nos encontramos atrapados en un mundo de situaciones cambiantes, cuya veleta es el humor con el que nos encontramos en un momento determinado. Debemos ser dueños de nuestros sentimientos, no esclavos de ellos.