Artículo del periódico The New York Times, de Diciembre 4, 2010. «As bullies go digital, parents play catch up».
Se suponía que el noveno grado sería un nuevo comienzo para el hijo de Marie: colegio nuevo, niños nuevos. Sin embargo, para el pasado Octubre, se había vuelto retraído. Marie insistió. E insistió nuevamente. Finalmente, le dijo: «Los niños dicen que estoy diciendo muchas cosas malas de ellos en Facebook. No me creen cuando les digo que no estoy en Facebook.»
Pero, aparentemente, tenía una cuenta.
Marie, madre soltera, técnico en medicina y vivendo en Newburyport, Mass., buscó en Facebook. Encontró lo que parecía el perfil de su hijo: su nombre, una foto de él, sonriendo mientras corría y, en su muro, comentarios desagradables sobre los adolescentes que apenas conocía.
Alguien había suplantado su identidad en línea y estaba molestando a otros en su nombre.
Los estudiantes empezaron a rechazarlo. Furiosa y asustada, Marie se puso en contacto con el colegio. Después de expresar su preocupación, le dijeron que no podían hacer nada. Era un asunto ajeno al colegio.
Pero Marie estaba determinada a encontrar quién estaba haciendo miserable la vida de su hijo y a detenerlo. Al elegir ese camino, ella también se convirtió en un blanco. Cuando ella y su hijo supieron quién estaba atrás de todo esto, sufrieron la aguda punzada de la traición. Determinada, insistió en que los culpables fueran castigados.
Ya es suficientemente difícil ayudar a nuestro hijo cuando es acosado en el patio del colegio. Pero la tierra sin ley que es el Internet, su crueldad potencial y su capacidad para ocultar la identidad del bully, presentan nuevos retos para la generación transicional de padres no cibernéticos.
Desesperados por proteger a sus hijos, los padres se tambalean al tratar de alcanzar la sofisticación tecnológica de la siguiente generación.
Como Marie, muchos padres se dirigen al colegio, sólo para ser rechazados porque los administrativos no tienen la autoridad para interceder. Contactar a los administradores del sitio Web o del servicio de Internet , puede ser un amenazante y prolongado proceso.
Cuando los padres conocen al agresor, algunos pueden contactar a los padres del niño, tropezándose en la incomodidad de la situación. Más adelante, tienen problemas para supervisar el tiempo de los niños en Internet.
Marie, quien pidió que sólo se usara su segundo nombre y el apodo de su hijo, D.C., para proteger su identidad, finalmente fue a la policía. El especialista en crímenes cibernéticos, el Inspector Brian Brunault preguntó si ella realmente quería perseguir este asunto.
«Dijo que una vez que estuviera en el sistema judicial», dice Marie, «tendrían que perseguirlo. Probablemente sería alguien que conocemos, como un amigo de D. C. o un vecino. ¿Estaba yo preparada para eso?»
El hijo de Marie le pidió que no siguiera adelante. Pero Marie estaba convencida: «Dije que sí.»
Miedos Paternos
Una tarde en la pasada primavera, Parry Aftab, un abogado experto en ciber-bullying, habló con los niños de septimo grado en la escuela secundaria «George Washington» en Ridgewood, N. J.
«¿A cuántos de ustedes los han molestado por Internet?», preguntó.
La manos se levantaron, primero tímidamente y después se multimplicaron. De 150 estudiantes, 68 levantaron las manos. Pasaron al frente para contar sus difíciles historias en sitios de redes sociales, en mensajes de texto o instantáneos. Parry Aftab los detuvo en el ejemplo número 20.
Entonces preguntó: «¿Cuántos de sus papás saben cómo ayudarlos?»
Escasamente, tres o cuatro manos se levantaron.
Ciber-bullying se define legalmente como el repetido acoso en Internet. Aunque de uso popular, puede incluir incluso hasta la broma pesada. Los mismos ciber-bullies resisten la categorización: el anonimato de Internet cobija no solo a los bullies escolares sino a las mismas víctimas, que sienten que pueden vengarse sin ser descubiertos.
Pero el bullying cibernético puedes ser más salvaje psicológicamente que el del patio escolar. Internet elimina las inhibiciones y los adolescentes frecuentemente van más lejos en línea que personalmente.
«No son las groserías», dice el Inspector Brunault. «Todos dicen groserías. Es la manera en que se agrupan contra un individuo a la vez. ‘Ve y mutílate’ o «Eres taaaan fea» – pero con 10 «efes», 10 «es» y 10 «as», es como si todos le están gritando a alguien.»
La maldad casual puede dar escalofríos. Alguien escribió en el muro de un adolescente en California que su hermana de 9 años era una «perra gorda». Sobre las fotos de Facebook que una niña de 13 años orgullosamente había subido, otra comentó: «Horribles» y «Esta foto me hace vomitar». Si ella hubiera elegido entre la vida de un animal y la de la niña en las fotos, continúa, elegiría a la del animal, porque «al menos él vale algo».
Este es un lado oscuro y despiadado de la adolescencia, permitido e incrementado por la tecnología. Sin embargo, debido a que muchos padres horrorizados están superados por la tecnología, piensan que están indefensos para atacar los problemas que genera.
No encuentro evidencia de que los padres están aprendiendo más sobre tecnología», dice Russell A. Sabella, el anterior presidente de la American School Counselor Association. «No se están tomando el tiempo o haciendo el esfuerzo para aprender, y como resultado han dejado la responsabilidad a los colegios. Pero éstos no le dieron a los niños sus celulares.»
Conforme el bullying, o por lo menos el conflicto, se vuelve más común en el mundo digital, los padres empiezan a recurrir a conferencias ofrecidas por psicólogos, expertos en tecnología y la policía. Una noche de la semana, este otoño, Meghan Quigley, una madre de Duxbury, Mass., estaba entre los aproximadamente 100