Unas vacaciones familiares son la mejor oportunidad para una convivencia intensa con los más cercanos a nosotros. Precisamente porque rompen con la rutina diaria y estamos en un estado emocional relajado, podemos llegar a redescubrir al cónyuge, a un hijo y, ¿por qué no?, a uno mismo. No hay trabajo, ni presupuesto, que justifique el aplazar días de descanso que nos permitan recargar energías y fortalecer el círculo que nos proporciona la verdadera felicidad: la familia.